Adictas al juego

La ludopatía en mujeres sigue siendo un problema de salud mental serio, invisibilizado y rodeado de prejuicios.

Hace algunos años las cifras de prevalencia de la ludopatía o adicción al juego en nuestro país que fueron publicadas en el estudio “Conductas de juego, factores psicosociales asociados y juego patológico”, desarrollado por la Corporación de Juego Responsable de Chile, hicieron noticia. De acuerdo con el reporte, un 80% de los ludópatas en Chile eran mujeres. Y si bien estas cifras han variado de acuerdo con la última medición realizada en 2022 por la organización, la disminución de mujeres que sufren de una adicción al juego según los especialistas no necesariamente se debe a que menos personas viven con este problema sino que se explica por el aumento de hombres jóvenes que han entrado en el mundo de las apuestas online en los últimos años. Esto hace que la proporción de mujeres sea menor respecto del total nacional. Pero, según Angela Carmona psicóloga y especialista en adicciones fundadora de la Agrupación de Jugadores en Terapia (www.ajuter.org), la ludopatía en mujeres sigue siendo un problema de salud mental serio, invisibilizado y rodeado de prejuicios.

La especialista explica que en la ludopatía se suelen distinguir tres fases de adicción: la ganancia, la pérdida y la desesperación. Ángela agrega que las jugadoras problemáticas se encuentran en la fase de pérdida —cuando las apuestas o el juego comienzan a implicar un gasto constante de dinero que no se recupera— mientras que las ludópatas ya han pasado a la fase de desesperanza. Allí, muchas ya son capaces de visualizar cómo esta creencia de que “se podría recuperar lo perdido”, no es real y que, el problema es más profundo.

Cuando Alejandra (su nombre ha sido cambiado) intentó quitarse la vida, ya había pasado por las primeras dos fases de adicción. “Yo tomé la determinación de quitarme la vida y si estoy aquí es gracias a dios y a mi marido”, cuenta hoy a casi una década de haber entrado en el mundo del juego patológico. Alejandra sentía que había tocado fondo, pero en su círculo cercano nadie sabía por lo que estaba pasando. A pesar de que usaba dinero que no era suyo para apostar, había logrado mantener su problema en secreto. “Para mí la adicción fue un escape”, explica Alejandra. Cuenta que, en 2014, cuando comenzó a jugar en máquinas tragamonedas en el local que administraba una amiga, lo hizo porque se sentía sola y sobrepasada por la enfermedad de uno de sus padres que requería cuidados constantes. De las máquinas de barrio se pasó a los tragamonedas en el casino en un periodo de 6 meses. Pierdes plata y sales llorando pero nunca piensas que es un problema. Uno automáticamente empieza a pensar de dónde podría sacar más plata para recuperar lo perdido”, explica.

Alejandra en ese entonces tenía 53 años, no tuvo hijos y vivía con su marido quien fue la persona que la encontró tras el intento de suicidio. Fue él también quien la instó a buscar ayuda. “Yo había visto una vez un reportaje en televisión sobre AJUTER (Agrupación de jugadores en terapia)”, recuerda. Sin embargo, no tenía mayor información sobre la agrupación ni sobre el tratamiento para la ludopatía de que lo que recordaba vagamente de esa nota. Con esa única referencia, el marido de Alejandra decidió investigar y fue así como llegó él primero a una reunión de adictos al juego que en ese entonces se realizaban en el Santuario Gruta de Lourdes para pedir ayuda a nombre de su señora. Y es que, tal como le ocurrió a Alejandra, muchas mujeres adictas no saben que viven con una enfermedad sino que más bien juzgan su comportamiento como falta de control o de disciplina y como algo que debiesen poder manejar“Lo único que pensaba era en la parte económica, pero no lo veía como una enfermedad porque no sabía que lo era”, cuenta Alejandra.

La idea de ver al adicto como una especie de villano o personaje egoísta capaz de cualquier cosa para satisfacer su adicción es especialmente prevalente en la ludopatía. La especialista Ángela Carmona explica que las consecuencias del juego, a diferencia de otras adicciones, no recaen exclusivamente en la persona jugadora y no son tan visibles como el deterioro físico que sufre un adicto a una sustancia. “La ludopatía no es solo autodestructiva, sino que es una bomba atómica que explota en la familia”, explica Ángela. “Cuando se devela la situación la persona adicta pasa a ser sinvergüenza, ladrón. Hay muy poca consciencia de que es una enfermedad al igual que la droga y el alcohol”, confirma. Pero el problema en nuestro país va más allá de la adicción en sí misma y el estigma asociado a ella. Se profundiza porque no se trata de una condición que sea reconocida por el sistema de salud. Por ello, muchas personas no solo viven sin saber que padecen una enfermedad sino que, incluso cuando se enfrentan al diagnóstico o a las consecuencias más severas de esta adicción —como le ocurrió a Alejandra— no pueden recibir tratamiento dentro del sistema público de salud. Al menos, no uno dirigido a tratar la ludopatía. “Lo que suele pasar es que los pacientes entran a un tratamiento por depresión”, cuenta Ángela. Una vez que la persona tiene el apoyo psiquiátrico comienza a tratarse también con terapia psicológica grupal. La creadora de AJUTER y ex presidenta de la Corporación de Juego Responsable es enfática en aclarar que la adicción al juego afecta a mujeres de todas las esferas sociales y que, muchas de ellas no pueden acceder a un tratamiento psiquiátrico a través del sistema privado. Es en esta instancia donde el rol de agrupaciones como Ajuter juega un rol todavía más clave en la recuperación.

De acuerdo con un estudio conducido por una especialista del Centro de Investigación de Adicciones, Control y Gobierno de la Universidad de Helsinki en Finlandia, la evidencia muestra que las tasas de suicidios entre la población que presenta problemas con el juego es mucho más alta que en otros grupos. “En poblaciones clínicas y en servicios de tratamiento dedicados a la adicción a las apuestas, entre un 22% y un 81% de los individuos han mostrado ideación suicida y entre un 7% y un 30% ha tenido intentos de suicidio”, explica el documento. Tanto este como otros estudios indican que el juego patológico es la adicción que registra la tasa más alta de muertes autoinfligidas. En el caso de Alejandra, por ejemplo, el costo en términos de las relaciones con sus cercanos fue para ella el precio más alto que pagó por su adicción y, el momento en el que tocó fondo fue precisamente cuando intentó terminar con su vida. “La persona se aisla tanto, que lo único que quiere es jugar”, comenta. Hoy miembro de AJUTER y tesorera de la organización, explica que para los adictos al juego llega un punto en el que el dinero ya no es el atractivo. “Claro que quieres ganar. Pero cuando ganas no te vas y dejas de jugar”, cuenta. Porque para muchas mujeres como ella y Verónica, el juego responde a problemas asociados a la soledad y el sentimiento de abandono. Según explica Ángela Carmona un porcentaje importante de las mujeres que terminan adictas al juego son jefas de hogar y, a diferencia de como suele perfilarse al hombre adicto, son mujeres mayores y no las jóvenes las que desarrollan este problema.

Verónica Cocio (63) recuerda que hace casi 7 años escuchó por primera vez sobre AJUTER cuando su problema con las salidas al casino y las apuestas ya había llegado a un punto crítico. “La polola de ese entonces de uno de mis hijos que nos conocía hace mucho tiempo fue la que se puso a indagar cuando vió que yo estaba en problemas”, recuerda Varónica. Para ella la adicción duró un poco más de dos años y comenzó de manera paulatina porque, hasta ese momento, ella había visitado casinos de forma esporádica y nunca se había gatillado un mayor interés por las apuestas.

“Generalmente íbamos a restaurantes con mi marido o con unas primas que nos visitaban desde el extranjero”, comenta Verónica. Pero sus noches en el casino siempre habían quedado dentro del marco de un encuentro social y nunca pensó que iba terminar yendo sola, a escondidas y apostando dinero que pedía prestado. “Cuando mis hijos me llamaban los fines de semana yo decía que estaba donde una amiga”, comenta. Fueron pequeñas mentiras que se convirtieron en la rutina de Verónica y que tenían por objetivo esconder su problema de adicción. “Pasaba por caminos en los que no había peajes para que mi esposo no se diera cuenta de que había ido al casino”, explica Verónica. Así, poco a poco lo que partió como una entretención y un mecanismo de desconexión se convirtió en un problema que la llevó a gastar todos sus ahorros e incluso a pedir plata prestada a personas cercanas con la esperanza de que podría recuperar lo perdido. “Cuando ya me vi en la situación de no tener nada empecé a pedir dinero”, recuerda. “Todo el mundo me prestaba el dinero cuando lo pedía porque las personas tenían una visión de mí completamente distinta a quién yo realmente era en ese momento”. Pero esta caricatura del adicto como una persona descontrolada, que vive en el límite o que disfruta de las fiestas y salidas no solo impidió que otras personas notaran antes su problema sino que, incluso, la mantuvo a ella misma lejos de la idea de que lo que vivía era una enfermedad. “Hay un pensamiento mágico que te lleva a seguir jugando para tratar de tapar eso que perdiste pero el juego no funciona así”, explica Verónica.

El juego, según un informe presentado por la Comisión de Deporte de la Cámara de Diputados, es la tercera adicción más prevalente en nuestro país luego del alcohol y el tabaco. Este dato se planteó en el marco de una legislación que prohíbe la publicidad de casas de apuestas online en eventos y clubes deportivos pero que, todavía está muy lejos de ser una medida eficaz para combatir el aumento de esta adicción. Ángela Cabrera explica que incluso en países vecinos como Argentina, el tema de las apuestas se plantea como un tema que puede ser llegar a ser tan nocivo como el cigarro desde una perspectiva de salud pública y, por eso, más que un juego, las plataformas digitales o casinos están legalmente obligados a promocionarse como una actividad de riesgo que puede generar adicción.